La suerte, el vuelo y el deseo

Le preguntaron a Alejandro Jodorowsky ¿Dónde está la felicidad? 
-”La felicidad está en tus huesos. Cuando te metes en tu esqueleto y empiezas a sentir la médula de tus huesos, la médula de tus huesos es completamente feliz. Somos felices, completamente felices. Lo que pasa es que no nos damos cuenta”

La suerte hace referencia a aquella situación en la que algunos acontecimientos caprichosos contribuyen a nuestra felicidad o bienestar. No voy a hablar de felicidad, pues es un concepto demasiado subjetivo, pero si de la suerte en el sentido de aquello que se opone a la desgracia.

Mi interés tampoco está en la suerte como estado filosófico, sino más bien en aquella que habita el imaginario popular y, sobre todo, en la superstición. Mircea Eliade atribuye a la etimología el poder de salvar una palabra al restituirle su sentido inicial, noble. Superstición viene de superstare (superstitio), “mantenerse por encima”, es decir, lo que permanece en el flujo infinito del tiempo. No es solo una idea que sobrevive, sino una idea -o ritual- que persiste por encima de la historia.

Siendo la superstición un fenómeno contrario a la razón y que ocurre más allá de nuestro control, sin importar la voluntad propia, la intención o el resultado deseado, se le atribuye un mágico resultado y en ese sentido es que encuentro la importancia del deseo como motor de nuestras acciones.

Parece inherente a lo humano la necesidad o el deseo de controlar el azar para procurarse la suerte, utilizando instrumentos o rituales mágicos. Estas antiguas creencias, sin ningún tipo de evidencia científica, han traspasado tanto el tiempo como las fronteras. Las supersticiones no hacen diferencia de etnia, clase social, religión o lugar geográfico.

Las supersticiones se relacionan con diferentes ámbitos de la vida del ser humano, desde acontecimientos trascendentes como el matrimonio, la menstruación femenina, hasta actos cotidianos como el lado de la cama del cual nos levantamos. Así como en relación con el tiempo, las fechas de siembra en la agricultura, el solsticio de la noche de San Juan, las fases de la luna que influyen incluso en el día para cortarse el pelo o podar las plantas, o los relacionados con objetos o triviales como la herradura y el ojo. Uno para convocar la suerte y el otro para la protección.

En este universo inagotable de fetiches, he centrado mi interés en uno, el llamado hueso de la suerte, apostador o fúrcula. Este hueso que pertenece únicamente a las aves, es el que sostiene sus cabezas a la vez que es el eje central de la estructura que les permite volar, es además el hueso que une suerte y deseo en diferentes culturas.

El ritual dice que dos personas piden un deseo, tirando de sus extremos, quien quede con la parte mayor verá cumplido su deseo.

La costumbre de partir "huesitos de la suerte" se remonta cientos de años atrás. Se dice que tal práctica se llevaba a cabo desde el siglo IV a.c, los etruscos de Italia central sacrificaban aves para invocar a uno de sus dioses y poder así predecir el futuro o resolver problemas. El hueso ahorquillado del pecho de las aves, la fúrcula, se dejaba secar al sol. Luego dos personas lo quebraban, exactamente como lo hacemos ahora, y quien se quedaba con la parte más grande, formulaba un deseo. En este hueso ellos veían las piernas de un hombre que simbolizaban la vida. Los romanos adoptaron la costumbre, llevándola a diversas partes de Europa.

Debo aquí hacer un paréntesis ya que sobre las aves he realizado diferentes obras, llegando a crear incluso una nueva especie de ave, el Pájaro real con cola de trenza (2010-2103), un pájaro con una larga trenza como cola, que para algunos hacía difícil o incluso impedía su vuelo, pero que en mi imaginario, no solo vuela sino que migra con su larga y pesada cola. Tan es así, que ella se va trenzando y creciendo con todo lo que arrastra en su vuelo. Sobre este pájaro creé una colección de mas de noventa imágenes de diferentes culturas y épocas, añadiéndolo a la lista de aves imaginarias, como el ave Fénix y el Goofus bird, en el imaginario de José Luis Borges, un pájaro que construye su nido y vuela al revés, ya que no le importa hacia donde va sino de donde viene.
Luego de explorar el vuelo, dirijo mi atención al interior del ave y encuentro el hueso del deseo. En ese pequeño elemento en el que se unen la superstición, la suerte y el deseo. Pedir un deseo es querer cambiar el destino, es el juego en el que se mezclan el azar y los anhelos.

Es inevitable la asociación entre pájaro y vuelo. La historia está llena de relatos fantásticos que nos cuentan el deseo del hombre de volar como deseo de libertad absoluta y de trascendencia del alma. Taoístas, alquimistas, chamanes, sabios, místicos de diferentes culturas han perseguido el vuelo celeste, el desprendimiento de la tierra.

El vuelo expresa la inteligencia, la comprensión de las cosas secretas o de las verdades metafísicas. Por eso los pájaros están asociados al alma como símbolo. Su traje de plumas como vestido que arropa, su estructura ósea que aporta tan solo el 1% a su peso total ya que algunos de sus huesos son huecos, para permitir la entrada de aire y hacer ligero su cuerpo.

Brancusi decía "Durante todo una vida no he buscado más que la esencia del vuelo... El vuelo, ¡que felicidad!". No necesitaba leer libros para saber que el vuelo es un equivalente de la felicidad puesto que simboliza la ascensión, la trascendencia, la superación de la condición humana. El vuelo proclama que la gravedad ha sido olvidada, que se ha efectuado una mutación ontológica en el ser humano. Universalmente extendidos son los mitos, cuentos y leyendas relativos a los héroes o a los magos que circulan libremente entre la tierra y el cielo. Todo un conjunto de símbolos en relación con la vida espiritual y, sobre todo, con las experiencias extáticas y con los poderes de la inteligencia es solidario con las imágenes del pájaro, las alas y el vuelo. El simbolismo del vuelo traduce una ruptura efectuada en el universo de la experiencia cotidiana. La doble intención de esta ruptura es evidente: es a un tiempo la trascendencia y la libertad que se obtiene con el vuelo.