Textos de los críticos
Desde el antejardín
Luz Ángela Lizarazo
Tal vez lo primero que salta a la vista en la obra de Luz Ángela Lizarazo es su atención al detalle; y más allá de eso, el placer que se desprende de la relación con estos objetos tan preocupados por su belleza. Sin embargo, esa belleza que se manifiesta en las formas y materiales (vidrio, porcelana, papel) esconde una estética que encuentra su asiento en el límite entre lo público y lo privado y que, a la postre, habla sobre lo familiar y lo extraño y el miedo que esto último nos produce.
Desde el antejardín agrupa varios proyectos que Lizarazo ha trabajado durante los últimos años, empezando por su estudio de las rejas que adornan y limitan los jardines de las casas Bogotanas. Este estudio la llevó más allá de Bogotá primero por varios rincones de Colombia, y luego a Marruecos, España, Viet Nam, y Turquía. La reja empezó a interesarle a la artista no solamente por su muy alto nivel de adorno y diseño, sino además por situarse exactamente en el límite entre el epacio de la ciudad y el espacio de la casa. La reja, además, marca el inicio de lo que solamente en Colombia y Chile conocemos como antejardín, y este espacio hace parte de las casas a pesar de estar fuera de ellas. En este sentido, el antejardín hace parte tanto del interior de la casa (y por lo tanto hace parte del espacio privado) como de su afuera (y por lo tanto pertenece a la esfera de lo público). Esta ambigüedad entre el adentro y el afuera y entre lo público y lo privado se convierte entonces en un elemento fundamental en la lectura de la obra de esta artista.
Sigmund Freud hizo un análisis de dos términos radicalmente alemanes que además no tienen traducción posible al Español: lo heimlich, o lo familiar y conocido; y lo unheimlich, su antítiesis: lo extraño o contranatural . En realidad, las rejas que trazan el límite entre el final de una calle y el inicio de un jardín de una casa son objetos muy arraigados en nuestro imaginario más cotidiano. Pero esos elementos tan elaborados en sus detalles se construyen alrededor de una estética del miedo propia de la necesidad de mantener a los intrusos afuera, lejos del espacio privado que habita la familia. Sin embargo, la artista subraya que las rejas, más allá de proteger a la familia de peligros desconocidos, también la encierran dentro de su propio espacio y así ofrecen un sentido de falsa seguridad.
De hecho, Freud habla de lo unheimlich como un componente importante de una estética de lo pavoroso y de la ansiedad. Y aquí es donde Lizarazo toca un nervio muy delicado del arte occidental: su preocupación por la belleza y lo sublime en negación de aquello que produce lo feo, lo grotesco o lo que genera miedo. Evidentemente, la modernidad dio un giro y empezó a fascinarse por esa estética “negativa” (y ese momento coincide con el ensayo de Freud), pero resulta también claro que incluso los espectadores más habituados al arte contemporáneo prefieren el goce de lo bello a la confrontación de lo feo. Lizarazo esconde una pregunta por lo que quizás es el instinto más básico de cualquier ser vivo (el miedo) bajo la apariencia de las bellas rejas que se erigen con el fin de suprimirlo. De hecho, basta con ver el título que la artista le dio a su trabajo sobre las rejas para ver una profunda reflexión sobre la relación entre la estética y el miedo: celosías - estéticas de la paranoia.
En esta exposición, Luz Ángela Lizarazo lleva a las rejas un paso más allá y las convierte en pequeñas y hermosas jaulas de papel que proyectan su sombra sobre las paredes de la sala de exhibición. Así, pone en evidencia que el encierro es más determinante que la misma protección que estos objetos buscan. Estas rejas vacías que con sus sombras además se extienden más allá de sus límites físicos son la radical evidencia de nuestro propio encierro, son la fuerte demostración de los efectos del miedo y la paranoia sobre nuestro día a día.
Este trabajo sobre las rejas dio paso a un estudio de la fauna y la flora que habitan los antejardines. Una vez más, no solamente está haciendo referencia a algo primordialmente heimlich; conocido por todos, sino que además referencia a algo que reconocemos como esencialmente bello. La presencia de pájaros y flores existe ya como imaginario en la obra de Luz Ángela Lizarazo, y su obra alrededor de los jardines la llevó a empezar a alterar las imágenes de los pájaros, haciéndolas sutilmente extrañas. Así, encuentra al Pájaro cola de trenza, una especie tratada con la dedicación taxonómica de un archivista. Esta especie, presente en los jardines domésticos de cualquier casa, tiene el poder de sembrar dudas en el espectador a la vez que se va transformando en otras especies de cola de flores o cola de ramas. La última evolución de la especie la hermana con las rejas mismas que la resguardan en el antejardín.
Lo crucialmente unheimlich de estas obras radica en el sinfín de preguntas que le hacen al espectador; pues al usar el recurso de los pájaros de porcelana que todos hemos visto en la sala de más de una casa, nos permite situarnos en una zona de confort al mismo tiempo que nos empuja fuera de ese espacio conocido y nos obliga a enfrentarnos a algo que reconocemos como totalmente contra natura. Los pájaros que aparecen en esta exposición ya no son los que habitan el espacio exterior y natural del jardín, sino los refinados pájaros del espacio privado de las casas. Al ponerlos fuera de su lugar, lejos del contexto donde habitualmente los habríamos encontrado Lizarazo acentúa esa ambigüedad entre lo que existe en el espacio exterior y público y lo que pertenece a la intimidad del espacio privado.
Pero si bien las preguntas que encierran las obras de Desde el antejardín tienen la capacidad de confrontarnos con nuestro propio miedo, esa confrontación no es directa. Las investigaciones de Lizarazo parten de elementos absolutamente kitsch (las rejas excesivamente adornadas, los adornos de porcelana que pecan por exceso de refinación y caen en lo más naïf), pero la obra no pretende ocultar ese arraigo en lo cursi. De hecho, es precisamente esa cualidad bizarra la que produce una fascinación tal que no resulta difícil olvidar que lo que tenemos frente a los ojos es el resultado de una perversión de lo que consideramos natural y conocido. Esta fauna de Luz Ángela Lizarazo es una fauna que subvierte el consenso de la cultura sobre lo que es la bella natura, al igual que sus jaulas subvierten las convenciones culturales de la utilidad y apariencia de las rejas que delimitan a los antejardines.
Finalmente, estas obras nos muestran algo que es inmostrable. Los rincones de nuestros propios miedos son inmostrables no sólo porque son incognoscibles, sino además porque artefactos como las rejas están diseñados culturalmente para suprimirlos e ignorarlos. Pero estas obras, a primera vista inofensivas, nos ponen en contacto directo con la estética de la ansiedad de lo desconocido.
Una obra en particular incluida en la muestra, Garden Tales – Three kilos of rice, hecha en 2012 durante una residencia en Viet Nam, articula todos los conceptos de los demás trabajos presentes en la exposición. Se trata de un video que muestra el suelo de un patio central, rodeado de plantas, donde Lizarazo ha trazado un meticuloso dibujo de rejas haciendo eco a la retícula de las baldosas. El dibujo está hecho con arroz; y el espectador es testigo de cómo, en el transcurso de un día, los pájaros le van haciendo mella a medida que van comiendo. El paso de la lluvia y la gente deja, al final, solamente evidencia de la retícula. En esta obra somos testigos, sobretodo, de la fragilidad de esos artefactos que con tanto esmero construimos para olvidar el miedo que nos producen todas las amenazas que esperamos poder mantener fuera de nuestro alcance.
PAULA SILVA DÍAZ